Tres adolescentes. Una gran ciudad. La cámara les sigue en sus clases de instituto, en sus conflictos y diversiones, en su amistad. No están desarraigados. Son chicos normales. Se divierten: grafitis, cómics, botellón, internet y rap. ¿Son realmente «salvajes» o simplemente lo parecen en nuestra mirada? ¿O los «salvajes» somos nosotros, con el continuo empeño de juzgarles y de marcar su vida? La pregunta se la hace la directora madrileña Patricia Ferreira, que aborda en su cuarto largometraje Los niños salvajes las diferencias generacionales cada vez más profundas que pueden llevar a algunos jóvenes a situaciones extremas.

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